Entrevista a Joaquín Achúcarro para hoyesarte.com

 

A Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) se le conoce en el mundo de la música como el 'pianista consagrado'. No hay conservatorio en España que no lo considere una deidad y que no haya hecho lo imposible porque imparta en él una clase magistral, una charla, un encuentro, un algo... Ha pasado por las grandes salas del mundo y ha tocado bajo la batuta de los directores más pretigiosos.

Dio su primer concierto de piano a los 13 años y a los 27 logró el reconocimiento mundial tras ganar el Concurso Internacional de Liverpool, gracias al cual pudo debutar con la Sinfónica de Londres. Para la prensa especializada, fue el mejor debut del año. Él, sin embargo, considera que ese día tocó fatal.

En las distancias cortas es fácil entender por qué ha llegado donde ha llegado: es perfeccionista, pasional, rápido y un trabajador incansable. De hecho, sorprende ver cómo araña minutos de una entrevista (entre el que si sí y el que si no de turno) y se abalanza al piano como si no hubiera mañana. Todo para estudiar y acabar de preparar y explorar obras nuevas y otras que ya ha tocado, como Noches en los jardines de España de Falla, que este viernes, día de Santa Cecilia, tocará en el 25 aniversario del Auditorio Nacional de Música. Acompañado por la Orquesta Nacional de España y dirigido por Miguel Harth-Bedoya, recordará precisamente la jornada inagural del edificio en la que también participó interpretando a Falla.

Veinticinco años del Auditorio Nacional, usted participa en este concierto homenaje en el que interpreta a Falla como también hizo en el concierto inaugural, ¿qué ha cambiado en estos 25 años? ¿Y en el panorama musical?

Hace 25 años no existía el iPhone, no existía internet y alguna cosa más… La fisonomía del mundo ha cambiado por completo y también nuestra manera de entender el tiempo. Hace 25 años se podía mandar un telegrama y ahora si mandas un mensaje en internet y no te contestan a los cinco minutos piensas que la otra persona se ha muerto.

Entonces había varias orquestas y bastantes auditorios. Ahora estamos intentado que sobrevivan, que sobreviva la cultura, la música, nuestra música… Supongo que son tiempos difíciles, pero se acabarán y llegarán otros más soleados y menos nubosos.

 

Con todo el ajetreo de conciertos, viajes… ¿sabe lo que va a hacer la semana siguiente?

Sí, sí, precisamente con este ajetreo hay que planear todo con mucha anticipación y ya estamos pensando en 2015 y en 2016.

¿Cómo logra mantenerse tan activo?

Bueno, va a sonar a predicación, pero yo no he estado borracho en mi vida. He bebido bastante pero borracho, borracho, no he estado nunca. Lo que en el País Vasco llamamos estar kontent, eso sí. Además, aunque mal hecho, he hecho deporte muy seguido. Sigo nadando y sigo montando en bicicleta.

¿Se enfrenta a una obra nueva de la misma forma que hace años?

La obra nueva propone problemas nuevos y la obra antigua que recuperas la ves con una luz distinta de acuerdo con la cantidad de descubrimientos o de conquistas que has hecho desde la última vez que la tocaste. Por ejemplo, en esta ocasión, la obra que voy a tocar, Noches en los jardines de España, ya la he interpretado 179 veces. La primera vez fue hace 53 años durante mi viaje de bodas.

Ahora sé muchas cosas que no sabía entonces sobre lo que es Falla, sobre lo que es la música impresionista, sobre lo que es la tensión musical y todas esas cosas. He tocado esa obra con mucho gusto y todo eso, pero es una obra que me fascina, y cada vez más, [remarca] porque la veo cada vez con más profundidad.

Hace ya un año que está a la venta el DVD que hice con la Filarmónica de Berlín, que fue verdaderamente extraordinario por la calidad de la orquesta y de su director, Sir Simon Rattle, y ahora la voy a interpretar con la Orquesta Nacional y con Miguel Harth-Bedoy, que también es un directorazo.

He ido descubriendo en esas Noches el color impresionista, la tensión espiritual y la tensión interna que tiene con el sabor andaluz, el cuerpo español y el vestido francés, como dijeron los críticos. No sabían qué hacer con ella. En un tiempo en el que los conciertos de Rachmaninov estaban afirmadísimos en el panorama musical y que siempre acababan en una explosión, don Manuel de Falla se atrevió a acabar con un pianissimo inaudible en una obra que no es en sí virtuosística. Es una obra colorista. Profunda, muy, muy profunda.

“En mi debut toqué como un cerdo”

¿Qué momento destacaría de su carrera? ¿Quizás su gran debut en Londres?

Recuerdo que cuando terminó el concierto llamé por teléfono a mi novia y le dije: “Aquello que pensábamos de casarnos ya lo puedes ir olvidando porque he tocado fatal. He tocado como un cerdo” y resulta que al día siguiente salieron unas críticas poniéndome por las nubes. Hay otras veces en las que has tocado muy bien y las críticas te ponen por el fango. Hay esas cuatro posibilidades: tocas bien y tienes buena crítica, tocas bien y tienes mala crítica, tocas mal y tienes buena crítica; y tocas mal y tienes mala crítica. Eso se combina y ese es nuestro peregrinar por la carrera y seguir con nuestro amigo o nuestro enemigo [se gira y toca unas teclas], el piano.

Le llaman el ‘pianista consagrado’…

La consagración nunca es total. Por muy consagrado que uno esté tiene que ir buscando más y mejor. No he podido alejarme del piano. Sigo estudiando obras desde hace 50 años, pero cada vez descubro cosas nuevas. El piano me dice que tengo que buscar más cosas.

Además de la faceta de intérprete es muy conocida su faceta didáctica, ¿qué consejo le daría a un joven pianista?

No me acuerdo qué cómico fue el que dijo “que se retire porque ya somos muchos” [se ríe y cambia el gesto hacia uno más reflexivo]. Creo que no hay que dar un consejo porque si alguien ama su profesión, si alguien ama la música y el piano como se les debe amar, no hay que decirle nada más.

“Lo que pide el corazón requiere de una técnica”

 

¿Qué debe tener un pianista?

Hay una característica que nadie sabe lo que es, que nadie ha podido definir, aunque existe una palabra que todos utilizamos y que sabemos lo que quiere decir, pero que cuando se pregunta en profundidad sobre ella nadie sabe cómo definirla. Es el talento. ¿Qué es el talento? ¿Por qué uno tiene talento para ser torero, otro para ser levantador de pesas, otro para ser pintor y otro para ser pianista o director de orquesta?

¿Cuánto hay en un buen pianista de técnica y cuánto de corazón?

Lo que no se puede es dislocar una cosa de la otra. Lo que pide el corazón requiere de una técnica. El pintor que pinta de una manera es porque ve las cosas de esa manera. El pianista que está buscando un sonido tiene que preguntarle al piano y ver qué es lo que tiene que hacer con el pedal para que salga el sonido que quiere sacarle al instrumento. Además, como todo es relativo… Un piano en una sala seca y un piano en una sala reverberante son dos pianos totalmente distintos y no entiendo a esos pianistas que llevan su propio piano. Para mí sería imposible. El mismo piano en salas distintas es distinto y la manera de cómo reacciono ante el sonido que produzco es distinta también.

Si mira hacia atrás, ¿cambiaría algo?

Como no puedo cambiarlo entonces para qué me voy a molestar en pensar lo que tendría que cambiar. Supongo, y lamento, cosas que hoy considero errores y que en su día me parecieron decisiones acertadas, pero creo que eso le pasa a cualquiera.

“La música es una cosa que se te va metiendo dentro”

¿Qué le ha dado la música?

¿Qué no me ha dado la música? Pues todo lo que se puede y cada vez más [le cambia el tono de voz y se apasiona]. Antes era una cosa muy bonita, pero de repente es algo que se te va metiendo dentro e incluso soñando estás pensando en música. Cuando oyes alguna cosa la estás valorando, cuando estás estudiando estás pensando qué es lo que puedes hacer… No sé, es una especie de círculo.

¿Falta más música en nuestra vida?

Entiendo que la música es tan inherente al ser humano como el lenguaje. Creo que debe haber una parte del cerebro en la que habrá unas células, que ya descubrirán, que tengan que ver con la música. Los músicos se dedican a la música por algo. Tengo entendido que en Atapuerca han encontrado también huesos con agujeritos, de manera que debe ser bastante antiguo lo de la música. Pues eso, tan inherente como el lenguaje, ¿qué es el lenguaje? Una manera de comunicarse. ¿Qué es la música? Otra manera de comunicar cosas que el lenguaje no puede transmitir.

¿Cuántas horas toca al día? ¿Tiene algún ritual?

Intento acercarme a las seis horas de estudio diarias. ¿Rituales? Creo que todo el que tiene que hacer algo a las siete de la tarde, a las cinco o a una hora fija… tiene que dormir. Todos los músicos que conozco el día del concierto duermen. Alicia de Larrocha me decía que cuando realmente descansaba era cuando estaba de gira porque cuando estaba en Barcelona… Que si el teléfono, que si la compra, que si se ha roto la lavadora, que si todavía no han llegado los chicos del colegio… No podía casi ni estudiar ni trabajar, pero cuando estaba de tourné dormía muchísimo antes del concierto y se relajaba.

¿Se sigue poniendo nervioso antes de un concierto?

Cada vez más… [Silencio] Tengo ese tipo de masoquismo, que es que, a pesar de eso, todavía me gusta tocar en conciertos, todavía me gusta correr el riesgo de salir a torear, aunque el piano no embiste. pero… [y hace un gesto con la cara] como hay muchísimas cosas que quieres hacer cada vez es más complicado.


Entrevista de Ylenia Álvarez - 23 de Noviembre de 2013

Publicado en hoyesarte.com


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